sábado, 6 de julio de 2019

Del otro lado de la puerta

Escribí este relato a modo de ejercicio, a partir de una pregunta de mi colega escritora Ashley Nicole (@A_Nicole_Writes): ¿Cuál es la parte más difícil de escribir como el sexo opuesto? Para averiguarlo, se me ocurrió contar los hechos de mi relato “El ruido de la llave en la puerta”, pero desde el punto de vista del innombrable que me atacó. A continuación, los resultados...


Enemigo abriendo la puerta
El enemigo abriendo la puerta
Qué día de mierda. Qué vida de mierda.

Hoy me levanté lleno de expectativas, y el destino se encargó de destrozarlas sin piedad.

Hoy se me iba a dar. Después de mucho remar, Malena, mi compañera de trabajo, había accedido a que saliéramos juntos, y hoy era el día. Estaba desesperado por conocer su cuerpo de 20 años.



Me había hecho toda la película. Había imaginado cada instante de nuestro encuentro. Había pensado cómo desvestirla, cómo recorrer su piel con mis labios. Y cómo la penetraría, en cuanto ella se entregara a mí.


Hoy era el día. Pero el destino no lo quiso. Ella no fue a trabajar.

Le mandé mil mensajes, y no me contestó ni uno. Ni uno. Hija de puta. Aunque sea me hubiera dicho si ella tenía tantos deseos de verme como yo de verla a ella. Pero no. No me dijo nada de nada. Qué hija de mil putas.



Ahora voy de vuelta a casa, donde me espera mi mujer. Quisiera llegar y que no esté, que se haya ido a lo de sus viejos. Que haya decidido seguir su vida sin mí. Quisiera encontrarme con una carta suya diciendo “perdón mi amor pero decidí irme porque bla, bla, bla…” Pero sé que eso no va a pasar. Sería demasiado bueno.

Me fui al puterio para demorar mi llegada a casa. Me saqué la leche con una de las putas, pero con eso sólo conseguí empeorar el bajón. Siento que mi vida es aún más mierda, si es que eso es posible.



Sé que voy a entrar al departamento y ella se me va a quedar mirando sin decir nada, con esos ojitos de cachorro enfermo, esperando que yo le sonría y le dé un beso apasionado de marido ejemplar. Me da ganas de vomitar de sólo pensarlo. ¿Qué hice tan mal para merecerme esto?

Otra vez no me equivoco. Apenas me la encuentro, me mira en silencio, con miedo. Está esperando para descubrir si estoy de buen o de mal humor. ¿De qué humor querés que esté, pelotuda?



De repente no tiene mejor idea que preguntarme qué me pasa. Le contesto con un cachetazo. No tan fuerte como para lastimarla, es sólo una advertencia para que entienda que no tiene derecho a preguntarme eso. No tiene derecho a preguntarme nada.

Pero para ella sí fue fuerte, supongo. Está bien, me fui al carajo. Lo reconozco. “Perdón”, le digo con tranquilidad. Incluso intento abrazarla. Pero ella reacciona para la mierda y se encierra en el baño. La muy forra.

Paso horas tratando de hablarle de todas las maneras posibles. Al principio, tranquilamente y pidiéndole perdón, diciéndole que la quiero, y todo eso. Después, golpeando la puerta, y al final, tratando de tirar la puerta abajo.



Es que me termina sacando. Le digo que no sé para qué mierda acepté convivir con ella. Le digo que por qué no se muere, así nos hace un favor a los dos. “Menos mal que estás encerrada, por que si no, capaz que te mato y encima voy yo en cana”, le grito.

Agarro mis llaves y hago ruidos fingiendo que me voy, para que salga del baño. La guacha sale, pero ve que mi saco está colgado del perchero y se aviva de que no me fui. No es tan tonta. Se encierra de nuevo. Qué boludo que soy, cómo no me fijé en ese detalle.


De repente me dan ganas de mear. Le digo que ya está, que salga, que no le voy a hacer nada, que me estoy meando. Y la hija de remil putas no sólo no me da pelota, sino que se caga de risa. Si la pudiera agarrar la acogotaría como a una gallina.

Al final me voy de verdad. Pero me llevo sus llaves, para que no pueda salir del departamento. Voy a la estación de servicio de la avenida, para usar el baño. De paso, me quedo a tomar un café. Veo mi reflejo en el vidrio. Me veo solo, y no me gusta. Capaz que estoy siendo muy duro con ella. Decido volver para pedirle perdón. Le compro unos bombones con forma de corazón.



Ensayo lo que le voy a decir, llorisqueando un poco para parecer más sincero. Sé que a veces me hincha las pelotas, pero es preferible bancarse eso que estar solo. Pero de repente me acuerdo de Malena. De cómo me cagó. De cómo no contestó ni uno de mis mensajes. Son todas una mierda, se creen que pueden hacer lo que quieren con nosotros.

Voy hasta la cochera. Abro el baúl del auto y agarro el crique y mi caja de herramientas. No sé cómo voy a hacer, pero de alguna manera me las voy a ingeniar para abrir la puerta del baño. Y ahí, que Dios la ayude.



Vuelvo al departamento y no puedo creer lo que veo. La puerta de entrada está forzada. La cerradura está destrozada. Ella no está, y sus cosas tampoco. Se fue. Pego un grito y tiro el crique contra un espejo y lo hago trizas. Sale una vecina a ver qué pasa, y en seguida se mete adentro de vuelta, asustada.

Me las va a pagar. Juro que me las va a pagar. Se va a arrepentir de lo que me hizo, lo juro. Se va a arrepentir por el resto de su vida.

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