sábado, 23 de marzo de 2019

Fauna de oficina: Nosferatu


Tal como dije la vez pasada, ya me estoy hartando de la rutina laboral. Pero no es la rutina en sí lo que me harta, sino esas cosas molestas que no se pueden cambiar, y con las que hay que lidiar prácticamente todos los días. Si no fuera por esas cosas, de seguro la rutina diaria sería más llevadera.

De esas cosas molestas hay muchas. Pero la que más me irritó (y me tuvo noches sin dormir) fue la . actitud de la empresa ante un problema personal que tuve. Se enfermó mi hija Francisca y tuve que faltar al trabajo. Y como mis empleadores consideraron que se trataba de una falta injustificada, me amenazaron con descontar de mi sueldo el tiempo que me ausenté y, además, quitarme el presentismo. Y en momento como este, en que la plata no alcanza para nada, que encima te quieran meter la mano en el bolsillo, duele.

Nosferatu, el gerente de RR.HH.
"¿Quiere conservar el presentismo...?"
Todo esto es para contar cómo conocí al gerente de recursos humanos, a quien yo llamo Nosferatu.

Lo llamo así por que es un tipo pálido, ojeroso, pelado, de orejas puntiagudas y con aspecto poco sano. Debe haber sido un ávido fumador en otra época de su vida. No ví que tenga grandes colmillos, pero sería lo único que le falta para ser un vampiro.

En el “tour” extraoficial que Chepibe me hizo por la empresa, apenas mencionó al gerente de personal. Ahora creo que no lo mencionó por que le tiene miedo.

Y a mí también me daba miedo. Y ni hablar el miedo que me dió cuando un miércoles, después de haber faltado un día y medio por causa de la enfermedad de Pancha, al llegar al trabajo, mi compañera Patricia me dice: “Te buscan en la oficina de personal. Me dijeron que vayas ahora”.

“Ya está”, pensé. “Fue bueno mientras duró”. Y empecé a hacer cálculos de cuánto me tendrían que pagar por echarme, si me correspondería alguna indemnización a pesar de estar en periodo de prueba, si podría mencionar este trabajo en mi currículum, y quién sabe cuántas cosas más. Todos esos pensamientos se disiparon cuando lo ví a Nosferatu esperándome en la oficina de personal con una sonrisa que lo hacía ver doblemente terrorífico. Entonces lo único que pensé fue en estar atenta para salir corriendo apenas ese monstruo quisiera chuparme la sangre.

“Cerrá la puerta, por favor”, me dijo apenas entré. Yo temblaba como una hoja. Pero me senté y lo miré de frente.

Su sonrisa aterradora cambió por una expresión seria pero amable.

“¿Cómo está Francisca?”, me preguntó.



Esa sola pregunta cambió todo lo que yo presuponía de ese hombre. En vez de hablar de mi falta, o de echarme del trabajo, o de las cuestiones laborales que había que discutir, me preguntó por mi hija. Y no se refirió a ella simplemente como mi hija; me preguntó por “Francisca”. Por lo visto, a este vampiro le quedaba todavía algo de humanidad.

“Ahora está bien, gracias”, le conté con una sonrisa de honesto agradecimiento. “Estuvo con broncoespasmo pero ya se le pasó”. A partir de ese momento dejó de ser Nosferatu para convertirse en un viejito bueno. Como mi abuelo. Hasta me dió consejos sobre remedios caseros para el broncoespasmo.

Nosferatu contento
"Buenas noches..."
Pero eventualmente llegó el momento de hablar de las cuestiones laborales. Yo me esperaba el típico “Vamos a tener que dejarte ir”. Pero en cambio, Nosferatu me explicó con lujo de detalles la política de la empresa para recuperar faltas. Resulta que puedo evitar que me descuenten plata del sueldo si recupero las horas trabajando en sábado. No es lo ideal, pero de la forma en que lo explicó, me pareció bastante razonable.


“Está en el reglamento interno”, me explicó Nosferatu. “Ah, me debo haber salteado esa parte”, me excusé. “No te preocupes, nadie lo lee”, me confesó guiñando un ojo.

La moraleja es que no hay que juzgar a la gente por su aspecto. Perfectamente puede haber un viejito bonachón escondido tras una cara terrorífica.

Y la otra: qué al pedo que es preocuparse. Pasé noches sin dormir pensando en cuánta plata me iban a descontar, en cómo podría discutirlo, si tendría que contratar a un abogado… qué al pedo.



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