
Sentí también un alivio increíble a la ansiedad que me consumía por no saber cómo estaba mi bebé.
Hacía mucho tiempo que no le decía “te amo” a alguien. Y ahora me doy cuenta de que, las veces que lo dije, no significaba nada, pero nada, en comparación con la importancia que tiene ahora esa frase cuando se la digo a mi panza.
Hubo un par de patadas después. Y cada una me llenaba un poquito más de alegría, y me volvía a arrancar lágrimas y risas.
Ahora todo mi mundo, todo mi universo, está acá, en mi panza. No hay otra cosa que me importe.
0 comentarios:
Publicar un comentario