Debe ser por eso que las mujeres se vuelven lesbianas (¿o debería decir “nos volvemos”?). Queremos un poco de dulzura, y los hombres están cada vez más brutos, más primitivos. Realmente se creen que eso nos gusta y nos excita. Ni hablar de los que directamente nos fajan, como mi ex.
La ventana del balcón está cerrada. Y no tengo ganas de abrirla. Ya no me divierto espiando a Antonella mientras está con sus clientes. No tengo ganas de escuchar sus gritos y gemidos. O quizás es que no quiero escucharla gozando con otra persona que no sea yo.
¿Qué me está pasando? ¿Me volví lesbiana así como así?
No creo. Me siguen gustando los hombres. Y en general no me atrae la idea de estar con otra mujer. Excepto con Antonella. Ella es especial en muchos sentidos. Quizás me enamoré de mi vecina y ahora me da celos que ella disfrute con otra gente.
El asunto es que por ahora se me fueron las ganas de espiar por la ventana. Y lógico, me tuve que buscar otro vicio. Me compré una computadora y me creé un usuario en una sala de chat. Ahora paso no menos de tres horas al día perdiendo el tiempo con charlas virtuales.

Otros tratan de ganarme con supuesta dulzura. “Hola preciosa, que linda estás”. La frase por sí sola parece chorrear baba. Con una fotito de perfil no alcanza para saber si estoy linda o fea. Así que, querido, tu piropo es pura falsedad. Y aun si estoy linda en la foto, qué sabés si esa realmente soy yo?
Chicos, ese primer saludo lo dice todo. Si quieren obtener algo, hagan algo. Lean mi perfil, fíjense en
mis intereses, lean mi blog y arranquen con una frase que se distinga de las otras. Recibo miles de “hola cómo estás”. Traten de diferenciarse; es marketing básico.
Ojo, tengo que reconocer que algunos (muy pocos) se toman el trabajo de “investigarme” antes de saludarme.Con esos puedo pasar horas chateando sin darme cuenta, y son los únicos que hacen que valga la pena el chat (si alguno de ellos está leyendo estas líneas, espero que se sienta aludido :-).

Como justo yo estaba queriendo aprender algo del yoga y de las filosofías orientales, consideré que el tipo ameritaba, al menos, un par de líneas de chat.
La primera pregunta que le hice fue claramente producto de mi suspicacia:
> De verdad sos profesor de yoga?
Me contestó que si. Pero con eso no me bastaba. Lo seguí interrogando a ver si se pisaba, o si mostraba la hilacha de ser un degenerado más, pero fue pasando airoso todas las pruebas.
Le pregunté por qué estaba desnudo en la foto, y me explicó que “el yoga nudista es mejor, por que no hay ropa que bloquee el libre flujo de energías a través de la piel” y etc. Etc. Me aclaró de todos modos que sus clases son con ropa, salvo que los alumnos pidan específicamente hacer yoga nudista.
También le pregunté si sabía sobre sexo tántrico. Me dijo que “es una práctica que busca la iluminación espiritual a través de la unión de los cuerpos”. Groso.
A pesar de que parecía saber una banda, yo seguía con la guardia alta, siempre dudando si el tipo era auténtico o era puro verso. Hasta que de pronto dijo algo que me impactó. Hablando de sexo, me dijo que su mayor fuente de satisfacción es percibir el goce de la persona con la que comparte el acto sexual.
Me mató. Me ablandó toda. A partir de ahí quise conocerlo. Le pregunté si podía ir a una de sus clases, pero son en la loma del orto. Así que se ofreció a darme una clase particular en casa. Y yo acepté.
En una semana va a venir un profesor (o quizás un loco asesino serial, vaya una a saber) a mi casa a darme una clase de yoga. No sé si nos desnudaremos o no, o cómo terminará la cosa. La cuestión es que sigo sorprendiéndome a mí misma, haciendo cosas que un tiempo atrás no hubiera soñado que haría. Aunque ésta, en comparación con las otras que hice últimamente, pinta ser bastante tranqui. O relajante al menos.
Después de la clase de yoga les cuento.
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