domingo, 25 de marzo de 2018

Visita inesperada

Una parte importante del tratamiento para normalizar mi vida después de los traumas del año pasado fue olvidar todo lo relacionado con el depto de San Cristóbal. Olvidarlo todo, lo bueno y lo malo. Tuve que empezar de cero, pero con eso (y con ayuda de doctores, familiares y medicación) conseguí resetear mi vida. Pero muy dentro mío sentía que sería imposible desprenderme de todo aquello, que tarde o temprano alguna parte de ese pasado volvería a mi encuentro. Qué bueno que fuera una de las partes buenas.

Visita inesperada - Antonella de sorpresa
Normalmente no atiendo la puerta en la casa de mis viejos. Pero dio la casualidad que estaba cerca de la entrada cuando sonó el timbre, así que pregunté “quién es” y me asomé por la mirilla para espiar. Casi me caigo al suelo cuando la vi.

La hice pasar. La abracé. Le pregunté cómo hizo para encontrarme pero no sé qué me dijo, la verdad no la escuché. Se la presenté a mis viejos. Ellos ya habían oído hablar de Antonella. No les hizo mucha gracia que viniera a visitarme. Pero cayó tan de sorpresa que no pudieron hacer nada. Aparte, siento que les cayó bien.

Anto se quedó en casa y durmió conmigo. Cuánto ansiaba sentir en mi cuerpo unas caricias que no fueran las de mis propias manos. Y mi panza agradeció la suavidad de esas caricias. Logré sacarle un par de fotos sin que se diera cuenta, y por suerte nunca lo sabrá.

Le cantó a Pancha. “Canción del jacarandá”, de María Elena Walsh. ¿Cómo sabía cuánto me gusta María Elena? La puta madre, cómo me hizo llorar.

Le conté todo lo que me pasó. Ella lo sabía en parte, pero no conocía los detalles. Aunque hubo varios momentos en que me costó un poco, fue la primera vez que lo pude contar todo de corrido, sin quebrarme.

Visita inesperada - Antonella y yo
Ahora ella se volvió a su depto. Y yo me quedé pensando. Desde que se fue no hago más que pensar, que imaginar escenarios. Necesito a alguien a mi lado en los meses que quedan hasta que nazca Francisca, y más voy a necesitar a alguien cuando haya nacido. Pero, ¿dónde viviríamos? En su depto, imposible. Acá, menos que menos. ¿Ella dejaría su trabajo? No puedo pedirle que lo haga (pensamientos parecidos a los de meses atrás, cuando casi fuimos pareja).

Fue bueno que haya venido. Aunque haya ocurrido sin proponermelo, fue bueno blanquearlo con mis viejos; no lo entienden, pero lo aceptan.

Su visita fue muy breve, pero duró lo suficiente para poner en evidencia que necesito a alguien. Y quiero que ese alguien sea ella. Ojalá fuera posible.

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