miércoles, 13 de diciembre de 2017

Mensaje para Marcos Greco

El Evatest confirmó lo que venía sospechando desde hace unos días: Marcos, vas a ser papá.

Evatest positivoNo te escribo esto para pedirte o reclamarte nada. Lo hago simplemente por que creo que corresponde que lo sepas, y no se me ocurre otra forma de hacerte llegar el mensaje. Quizás algún día quieras conocer a tu hijo. Me gustaría que lo hicieras. Pero vos solo, sin que se le acerque tu mamá ni tu padrastro.

Cuando vi el Evatest entré en un estado de shock. Hice lo que haría cualquier adolescente de treinta años como yo: me fuí de casa. Me olvidé del miedo de salir a la calle. También me olvidé la plata, los documentos y hasta la tarjeta SUBE. Caminé hasta la estación, subí al tren y aparecí en mi antiguo barrio.

Caminé por sus calles. Pasé por la verdulería donde había comprado los pepinos, por el frente del departamento de Antonella. Di la vuelta y me quedé mirando el frente de mi departamento. No me animé a entrar.

“¿Por qué?”, le grité al barrio. Y el barrio me contestó.

Empecé a mirar alrededor. Por todos lados había mamás con bebés o con chicos chiquitos. En brazos, en cochecitos o caminando dificultosamente de la mano.

Todas estaban vestidas con ropa de entrecasa. Jogging, remerones, alpargatas, ropa cómoda pero para nada sexy. Sin maquillarse y sin peinarse. Casi tan desaliñadas como yo. Pero mágicamente se volvían hermosas cuando cruzaban miradas con sus bebés y sonreían.

Esa belleza voy a tener yo cuando mire a mi bebé. Voy a descuidar del todo mi aspecto físico, y no me va a importar. Por que cuando mi mirada se cruce con la de mi bebé me voy a sentir hermosa.

Entonces entendí lo que el barrio me decía. Lo que me estaba dando no era una condena sino un regalo.

No sé si mi estado mental es el más adecuado para ser mamá. Podrán decirme que soy irresponsable al querer conservar a mi bebé. El psicólogo quizás me advierta que la sola existencia de mi hijo va a mantener vivo el recuerdo de esos días de sufrimiento y de mi intento de suicidio. Pero sé que será al revés: al ver a mi bebé voy a recordar que un día, cuando ya no había esperanzas, cuando estuve al borde de la muerte, elegí vivir.

Cuando volví a casa, mis padres estaban histéricos (y con razón). No sabían si abrazarme o darme un cachetazo. Mi mamá tenía el evatest en la mano. Lo había encontrado en el tachito de basura del baño.

Me desmoroné. Me senté en el suelo y lloré sin consuelo.

Mi mamá fue la primera en acercarse a abrazarme. Enseguida se sumó mi viejo. No dijeron nada. No me preguntaron nada. Sabían que no era momento para hablar. Solamente me rodearon con sus brazos, igual que el día en que nací.

El destino eligió este momento para convertirme en mamá, así que no me voy a oponer. Voy a hacer lo que sea por mi hijo. Eso significa que voy a tener que aprender a cuidarme, voy a tener que madurar y recuperarme, y estar en plenas condiciones para él. O para ella.

Qué raro se siente. "Mi hijo". Hasta es raro decirlo. Hasta hace unos días no me parecía ni remotamente posible. Hoy siento que es exactamente lo que necesitaba.

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