viernes, 29 de diciembre de 2017

Regalos de navidad

Recibí unos cuantos regalos, todos ellos muy útiles y todos dentro de la misma categoría: ropa para embarazadas y para nuevas mamás. Pantalones con cintura elastizada, bombachas dos talles más grandes de lo que uso normalmente, corpiños para amamantar, etc. Ah, y un libro sobre “cómo disfrutar del embarazo”.Todo lo necesario para adaptarme a mi nuevo rol y mi nueva vida.

Panza de siete semanas
No más tanguitas, ahora... bombacha de embarazada
Mi cuerpo ya empieza a evidenciar la necesidad de estas cosas. Mis tetas están más grandes y redondas; mi panza empieza a asomarse de a poquito; mis caderas están más anchas, y obviamente estoy subiendo de peso. De estar casi desnutrida estoy en camino de convertirne en una ballena.

En el libro que me regalaron leí que después del primer trimestre se producen cambios hormonales que aumentan la libido. En mi caso no tuve que esperar tanto. Mi libido ya está como loca, y apenas estoy en el segundo mes. Es una suerte que me tengan acá encerrada, sino me cojeria a todo lo que se me cruce. Pero estando acá, sola y bajo la vigilancia de mis padres no me queda otra que disfrutar del consolador que llegó de mi antiguo depto, mezclado entre las cosas de fotografía. Estoy recordando mis épocas de adolescente, cuando había perfeccionado el arte de masturbarme a escondidas en distintos lugares de la casa de mis viejos. Ahora uso mucho el espejo; me encanta ver cómo mi cuerpo está más redondeado, menos “puntiagudo” de lo que solía ser. Hasta mi piel parece estar más suave y tersa.


Masturbándome con panzaMe gustaría tener a alguien a quien mostrarle mis cambios y con quien compartirlos. Pero por ahora me tengo que conformar con disfrutarlos yo solita.

Me encanta particularmente acariciarme la panza. Espero ansiosa a que se ponga más redonda para acariciarla mejor. También estoy ansiosa por sentir la primera patada. Pero todavía falta un poco para eso.





domingo, 24 de diciembre de 2017

Salir del pozo

Sigo escribiendo en papel, como cuando estaba secuestrada en la fábrica. La diferencia es que acá escribo en papel blanco, en lugar de usar las hojas amarillentas de los biblioratos. Y que me dan de comer y me dan todo lo que necesito. Menos mal... son mis padres, no una pareja de secuestradores. Pero lo que aún no tengo es libertad; sigo encerrada, aunque sin una cadena alrededor de mi cuello.

Ecografía Francisco o FranciscaTodas las semanas veo a varios doctores. Todos ellos se preocupan por mi bienestar, pero ninguno me dice cuándo voy a estar bien. Cuándo mi vida va a volver a ser como era. Estoy empezando a creer que eso nunca va a pasar.

Me pregunto si algún día voy a volver a trabajar sacando fotos, si voy a volver a modelar, a estar con gente. Si algún día voy a volver a reír. A uno de mis médicos le escuché decir algo de caer en un pozo depresivo. ¿Alguien me presta una escalera?

Hasta hace unos días sentía que mi única función en el mundo era ser una incubadora para este bebé que llevo en la panza. Que una vez que naciera, ya no tendría razón para vivir. Eso sentía hasta el día de la ecografía. Cuando escuché latir su corazón todo cambió. Recién entonces me dí cuenta de que todo esto es más que un par de rayitas en un evatest. Me dí cuenta de que soy una mamá, de que esta persona que llevo adentro algún día me va a mirar a los ojos y va a decirme “mamá”. Esa fue la escalera para salir del pozo. Bueno, quizás no una escalera; más bien fue un banquito para subirme y asomar la cabeza un poco hacia afuera del pozo. Pero es algo.

No sé si pasaré una feliz navidad, pero sé que la pasaré con gente que me quiere y a quienes quiero, que no es poco. Alguien dijo que para ser feliz, el primer paso es empezar a quejarse menos. Así que nada de quejas. ¡Que tengan una feliz navidad!


sábado, 16 de diciembre de 2017

¿En qué siglo estamos?

No puedo creer que mis viejos me hayan tendido una trampa. O que hayan estado de acuerdo con lo que hicieron mi tía y su marido: me trajeron a su hijo para presentármelo. En serio, ¿en qué siglo estamos? Pensé que eso de querer arreglar matrimonios ya no se hacía más.

Resulta que mis tíos vinieron a cenar, por que hacía mucho que no nos visitaban, además querían saludarme, felicitarme por el embarazo, qué se yo, todo lindo. Pero se cayeron con este tipo de cuarentayalgo, recién divorciado, hijo del novio de mi tía, que se la pasó hablando de lo bien que le va en sus negocios. Aparte para cenar acomodaron los lugares en la mesa como para que este hombre se sentara al lado mío. Parecía una película cómica. Voy a tener que hablar seriamente con mis viejos para ver si ellos fueron cómplices o tuvieron algo que ver con esto.

Y les voy a aclarar que no necesito un marido y que mi hijo o hija no va a necesitar un padre. Yo voy a ser su madre y su padre. Sé que ningún posible padre va a estar a la altura de mis expectativas. Quizás cuando ya no sea bebé, y la figura paterna empiece a ser más importante en su psicología, tal vez ahí sí acepte integrar a un hombre en mi familia (qué raro suena... "mi familia"). Pero al principio al menos, prefiero hacerlo sola; a lo sumo aceptaré ayuda de mis viejos... siempre y cuando estén de acuerdo en no buscarme pareja.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Mensaje para Marcos Greco

El Evatest confirmó lo que venía sospechando desde hace unos días: Marcos, vas a ser papá.

Evatest positivoNo te escribo esto para pedirte o reclamarte nada. Lo hago simplemente por que creo que corresponde que lo sepas, y no se me ocurre otra forma de hacerte llegar el mensaje. Quizás algún día quieras conocer a tu hijo. Me gustaría que lo hicieras. Pero vos solo, sin que se le acerque tu mamá ni tu padrastro.

Cuando vi el Evatest entré en un estado de shock. Hice lo que haría cualquier adolescente de treinta años como yo: me fuí de casa. Me olvidé del miedo de salir a la calle. También me olvidé la plata, los documentos y hasta la tarjeta SUBE. Caminé hasta la estación, subí al tren y aparecí en mi antiguo barrio.

Caminé por sus calles. Pasé por la verdulería donde había comprado los pepinos, por el frente del departamento de Antonella. Di la vuelta y me quedé mirando el frente de mi departamento. No me animé a entrar.

“¿Por qué?”, le grité al barrio. Y el barrio me contestó.

Empecé a mirar alrededor. Por todos lados había mamás con bebés o con chicos chiquitos. En brazos, en cochecitos o caminando dificultosamente de la mano.

Todas estaban vestidas con ropa de entrecasa. Jogging, remerones, alpargatas, ropa cómoda pero para nada sexy. Sin maquillarse y sin peinarse. Casi tan desaliñadas como yo. Pero mágicamente se volvían hermosas cuando cruzaban miradas con sus bebés y sonreían.

Esa belleza voy a tener yo cuando mire a mi bebé. Voy a descuidar del todo mi aspecto físico, y no me va a importar. Por que cuando mi mirada se cruce con la de mi bebé me voy a sentir hermosa.

Entonces entendí lo que el barrio me decía. Lo que me estaba dando no era una condena sino un regalo.

No sé si mi estado mental es el más adecuado para ser mamá. Podrán decirme que soy irresponsable al querer conservar a mi bebé. El psicólogo quizás me advierta que la sola existencia de mi hijo va a mantener vivo el recuerdo de esos días de sufrimiento y de mi intento de suicidio. Pero sé que será al revés: al ver a mi bebé voy a recordar que un día, cuando ya no había esperanzas, cuando estuve al borde de la muerte, elegí vivir.

Cuando volví a casa, mis padres estaban histéricos (y con razón). No sabían si abrazarme o darme un cachetazo. Mi mamá tenía el evatest en la mano. Lo había encontrado en el tachito de basura del baño.

Me desmoroné. Me senté en el suelo y lloré sin consuelo.

Mi mamá fue la primera en acercarse a abrazarme. Enseguida se sumó mi viejo. No dijeron nada. No me preguntaron nada. Sabían que no era momento para hablar. Solamente me rodearon con sus brazos, igual que el día en que nací.

El destino eligió este momento para convertirme en mamá, así que no me voy a oponer. Voy a hacer lo que sea por mi hijo. Eso significa que voy a tener que aprender a cuidarme, voy a tener que madurar y recuperarme, y estar en plenas condiciones para él. O para ella.

Qué raro se siente. "Mi hijo". Hasta es raro decirlo. Hasta hace unos días no me parecía ni remotamente posible. Hoy siento que es exactamente lo que necesitaba.

domingo, 10 de diciembre de 2017

Recuperación

Quisiera decir que la historia de mi secuestro tuvo un final feliz, pero los días posteriores al rescate no fueron precisamente muy felices. Pensé que había logrado escapar de ese infierno, pero el infierno continúa. Todas las noches tengo pesadillas en las que siento que me asfixio. No puedo despertar de esas pesadillas debido a que necesito pastillas para dormir. Estoy atravesando un lento tratamiento psiquiátrico para ver si vuelvo a mi vida normal.

Tengo pánico de salir a la calle. Estoy viviendo en casa de mis padres y no voy a volver a mi depto.
No sé qué haré de aquí en más. No tengo planes. No sé qué haré con este blog. Ya no habrá más historias desde el balcón, por que ya no hay balcón.

No más fantasías sexuales, no más exhibicionismo, no más juegos de dominación, no más trabajo de modelaje. Era cierto que el mundo no estaba listo para mí.

Voy a seguir escribiendo y publicando aquí lo que se me cruce por la mente, por que me hace bien. Es una buena terapia, la recomiendo. Pero les advierto que muy probablemente se aburran leyéndome.

Sé que hay unos pocos que me entienden, me siguen y me brindan una amistad incondicional. Sepan que son enormemente importantes para mí, y por ustedes voy a hacer mi mayor esfuerzo por seguir volcando mi corazón en estas páginas. Los quiero, de verdad.

sábado, 9 de diciembre de 2017

Regreso del infierno

Obviamente no tuve éxito en mi intento de suicidarme. Esta parte del relato la estoy escribiendo en la casa de mis padres, a salvo ya de los viejos asesinos.

Me cuesta muchísimo relatar mis últimos momentos de encierro. Pero tengo que hacerlo para sacarlo de mi cabeza.

Cuando decidí que ya no había esperanzas, ejecuté el plan que había estado ideando desde la humillante cena del sábado pasado.

Empujé la estantería hasta que quedó tapando el gancho del que se agarraba la cadena. La aparté de la pared un poco; lo suficiente como para meterme entre la pared y la estantería. Estaba tan flaca que no hacía falta mucho espacio.

Actuaba sin pensar; sabía que, si pensaba, me iba a arrepentir.

Trepé los estantes hasta llegar al de arriba de todo. Me senté en él esperando que pasara algo que me detuviera. Cualquier cosa. Pero no pasó nada. La habitación se estaba oscureciendo poco a poco. En una hora iba a estar completamente a oscuras.

Era muy simple. Sólo tenía que dejarme caer, para que la cadena se tensara, sostenida por la estantería, y todo mi cuerpo quedara colgando de mi cuello.

Hasta que al fin lo hice.

No sé cuánto tiempo pasó hasta que perdí el conocimiento. Recuerdo que mi mente empezó a disparar imágenes, como una presentación de diapositivas a gran velocidad. En esas imágenes yo reconocía cada rostro, cada lugar, cada situación. Hasta que la presentación se detuvo en una única imagen. Eran las caras de mis padres. Pero no como están ahora. Más jóvenes. Treinta años más jóvenes. Yo estaba en brazos de mamá. La mano temerosa de mi papá acariciaba mi mejilla con toda la delicadeza que podía. Los dos tenían lágrimas en los ojos y enormes sonrisas.en sus bocas.

No era justo para ellos. Tenía que vivir.

Tal vez logré sacudir mi cuerpo y eso hizo que la estantería cayera, o tal vez cayó simplemente por que mi peso la hizo inclinarse y perder el equilibrio. De pronto yo estaba tirada en el piso y la estantería caía sobre mí. Por suerte no era muy pesada, por lo que sólo me hizo rasguños y moretones.
En cuanto el aire empezó a pasar de nuevo por mi garganta empecé a toser convulsivamente, hasta que mi respiración se normalizó.

Escuché ruidos en la habitación de al lado. Empecé a gritar los insultos más aberrantes que se me cruzaron por la cabeza, pero de mi boca sólo salían ronquidos. Otra vez empecé a toser.

La puerta se abrió. Quienes entraron no eran ni la vieja, ni el viejo, ni Marcos. Eran dos hombres que no conocía y que se asustaron al verme tirada en el piso. Se acercaron. Me hablaban pero yo no les contestaba. Me sacaron la estantería de encima y me llevaron hasta la cama. Uno de ellos le indicó al otro que trajera algo. El otro se fue y volvió con una tenaza que usó para cortar la cadena. Toqué mi cuello. Lo tenía muy lastimado y me dolía horrores, pero no podía creer que no tuviera nada atado a su alrededor. Lloré, lloré muchísimo.

jueves, 7 de diciembre de 2017

Estadía en el infierno - Día 6

Anoche mientras estaba escribiendo mi diario escuché el ruido de la puerta y me apuré a esconder todo abajo del colchón. No podía ser ninguno de los viejos por que el coro de ronquidos en el cuarto de al lado estaba a pleno. Era Marcos. Me traía un fuentón con agua caliente, esponja, jabón, champú y una toalla.

“Te traje por si te querés bañar”, dijo en voz baja, mientras yo lo miraba atónita.
“¿Tu mamá te dijo que me trajeras todo esto?”
“No, fue idea mía”.
“Pero si se entera te va a matar”.

Me contestó encogiéndose de hombros. Estaba dándose vuelta para irse pero yo lo frené.

“Esperá. Vení”.

Marcos dudó y después dio unos pasos temerosos hacia mí.

“Vení, ayudame”, le dije mientras me desnudaba y me metía en el fuentón.

El agua tibia se sentía increíble. Le di la esponja y el jabón a Marcos. Él me empezó a lavar con cuidado mientras yo le decía dónde tenía que enjabonar. Me hubiese gustado tener una maquinita para depilarme. Ya tendrá oportunidad Marcos para descubrir que las mujeres no siempre tenemos las piernas tan peludas.

Le dije que me alcanzara la toalla mientras me ponía de pie. Con gestos le indiqué que me envolviera con ella. En cuanto se acercó para rodearme con la toalla le agarré la cara y lo besé en la boca. Separé sus labios con mi lengua y prolongué ese beso durante un largo rato. Pensé que si nos veía la vieja me iba a clavar un cuchillo en la garganta.

Lo desnudé rápidamente y lo arrastré hasta la cama. Lo abracé y me dejé caer en el colchón para que él cayera sobre mí. Rodeé su cintura con mis piernas y su espalda con mis brazos.

Debe haber durado unos 15 segundos antes de acabar. Pero yo no lo soltaba, lo seguía abrazando con fuerza. Quería seguir sintiendo su cuerpo pegado al mío. No quería quedarme sola otra vez en esa habitación. Traté de contener el llanto hasta que no aguanté más. Marcos empezó a moverse para zafar de mi abrazo y finalmente logró soltarse. Se vistió rápido y salió en absoluto silencio, llevándose todo lo que había traído. Me quedé sola otra vez. Me enrosqué sobre mí misma y seguí llorando hasta quedarme dormida.

Hoy empezaron los ruidos de la fábrica a la hora de siempre, casi al mismo tiempo que las protestas de la vieja en el cuarto de al lado. Pero esta vez se escuchaba la voz del viejo también. Discutían, pero los ruidos de la fábrica no me dejaban entender qué pasaba. Después de un rato no escuché más discusiones.

Son más de las 12. En la fábrica empezó el silencio del horario de almuerzo. Estoy golpeando la pared para que me traigan la comida pero no me dan bola. Los puteo, especialmente a la vieja, para ver si reaccionan, pero nada. Me duele la mano de darle golpes a la pared.

Terminó el horario de almuerzo y no hay noticias de mi comida. Me muero de hambre y de sed.

Esto va a ser lo último que escriba en mi diario. Son las siete de la tarde. La habitación se está oscureciendo. La fábrica está en silencio y al lado no hay nadie. Los viejos se fueron y me abandonaron para que me muera de hambre. Pero no les voy a dar el gusto. Si en algún momento vuelven me van a encontrar colgada de la cadena que rodea mi cuello. Espero que todo esto que escribí sirva para meter en cana a esta pareja de psicópatas por unos cuantos años.

En cuanto a Marcos, espero que te haya quedado un lindo recuerdo de anoche. Perdón por no querer dejarte ir. Ruego que no seas vos quien me encuentre muerta.

Hasta siempre,
Fati

martes, 5 de diciembre de 2017

Estadía en el infierno - Día 5

Estadía en el infierno - diario del día 58 de la mañana. Sé que terminó el fin de semana largo por que volvieron los ruidos a la fábrica. Hace un rato empecé a golpear la pared y a gritarles que me maten de una vez.

11 de la noche. En todo el día no pude escribir mi diario. La vieja notó que me estoy poniendo medio chapa y decidió quedarse a vigilarme ella misma. Debe tener miedo de que me mate en serio. Estuvo bueno porque se trajo un televisor y pude ver las novelas y el noticiero.

Cada tanto la bardeaba un poco, le cantaba cumbia, en un momento le pregunté si su marido le había contado que le chupé la pija. Ella sabía que era mentira, pero no le gustaba nada que se lo dijera. Así que se lo preguntaba a cada rato. “¿No te dijo el gordo si le gustó cuando le chupé la pija?”. Le empecé a hacer la guerra psicológica y eso me dio un motivo para mantenerme lúcida.

“¿Soy la primera que van a vender o ya vendieron otras minas antes? Debo ser la primera por que me parece que no tienen mucha experiencia en este negocio”.
“¿Por cuánto me van a vender? Decime, total no te voy a pedir comisión”.
“¿Te gusta mi olor a chivo? Para qué te pregunto, si vos estás acostumbrada, lo tenés siempre este olor”.
“¿Qué pasa si me mato? ¿Te quedás sin nada, no? ¿Por eso me estás cuidando? Ojo que en cualquier momento me mato, mirá que ya estoy re loca”

Me empecé a enroscar la cadena en el cuello.

“Mirá qué fácil, tiro de la cadena, me corto la respiración y chau plata”.

Empecé a hablar con ronquidos como si me estuviera asfixiando. Eso la sacó del todo. Se me vino encima enojadísima. Yo la aparté con una mano mientras con la otra tiraba de la cadena. Me estaba cortando la respiración en serio.

Forcejeamos, yo le arañé la cara y ella me pegó un cachetazo que me dejó los dedos marcados. Pero en lugar de quejarme o llorar, me empecé a reír a carcajadas. Se fue echando humo de furia, tenía sangre en la cara.

Yo seguí riéndome hasta que me quedé afónica. Estaba contenta de verdad, sentía que de pronto tenía una ventaja.

lunes, 4 de diciembre de 2017

Estadía en el infierno - Día 4

Estadía en el infierno - diario del día 4El tiempo pasa entre sueño y vigilia. No me interesa la hora. No miro el reloj en la pared. Ya me acostumbré a mi mugre y a mi olor a chivo. Para qué quiero el jabón. Sigo escribiendo nada más que para obligarme a pensar. Es una suerte que acá no haya espejo, si no me moriría del susto.

Llueve mucho. La lluvia hace mucho ruido al golpear el techo de chapa. Y hace un frío de cagarse. ¿No se supone que estamos en primavera?

Hoy creo que es lunes. Pero no hay ruidos. Creo que es feriado. Sí, me acuerdo que la semana pasada me decían que se venía el finde largo. ¿El día de la soberanía era? No sé qué se celebra. Todos me decían: ¿te vas a algún lado el finde? Sí, me voy a encerrar en una fábrica para que una familia de locos me torturen hasta matarme. La voy a pasar genial. ¿Y vos? Qué pelotudos.

Me trajeron comida. Ensalada de papas y huevo duro. Me la comí acostada en el piso boca arriba. Me la tiraba del plato directamente a la boca. Casi me ahogo. No sería tan mala idea.

Qué música de mierda escucha esta vieja. Lo peor es que ya se me pegaron todas esas cumbias pedorras y ahora las estoy cantando todo el tiempo. Las canto en voz alta así de paso los torturo un poco con mi desafinación.

Recién se fue la vieja. Me dijo un montón de cosas pero no le entendí nada. Mientras me hablaba yo le cantaba cumbia, me cagaba de risa y ella se ponía furiosa. En un momento me pegó un cachetazo. Lloré como una nenita. Vino el viejo y se puso como loco. Nunca lo había visto enojado. Le hizo frente pero ella lo amenazó con cortarle la pija. Así que se fue como un perrito. Yo creo que es capaz de cortársela esta vieja loca.

sábado, 2 de diciembre de 2017

Estadía en el infierno - Día 3

Estadía en el infierno - diario del día 3Domingo. Anoche me bajé todo el vino que me dejaron acá. Eso me ayudó a dormir pero ese vino berreta en envase de cartón hoy me está rompiendo la cabeza. Rompí la remera de la vieja en muchos pedacitos y ahora los estoy usando como esponja para lavarme. Me cago de frío pero prefiero eso antes que tener puesta la ropa de esa vieja de mierda.

Hoy vino la vieja a traerme el desayuno. Vio que había roto su remera y se calentó para la mierda. Me gritó de todo. Me echó en cara que me había traído mate y termo para que tomara tranquila, que había comprado facturas. Me tiró las facturas por la cabeza y se llevó todo lo demás. No me dejó nada. Ni siquiera el jabón. Ahora no tengo más que la ropa mugrienta con la que vine a este infierno. Ya no tengo ni fuerzas para llorar. Me pregunto cuánto tiempo llevará morirse de hambre, qué tan lenta será la agonía. Empiezo a considerar otras alternativas para terminar rápido con este sufrimiento.

viernes, 1 de diciembre de 2017

Estadía en el infierno - Día 2

Sábado. 4 de la mañana. Me despierta el frío y el coro de ronquidos que viene del otro lado de la pared. Me estoy cagando de frío. Golpeo la pared y les grito que me traigan algo para abrigarme. Amalia se despierta y empieza a putear a los gritos.

10 de la mañana. Se ve que la fábrica hoy no trabaja por que no se escuchan ruidos. La vieja me trajo una manta así que pude dormir. Ahora ya están despiertos de nuevo y ella le está gritando al marido. “Otra vez en pedo gordo de mierda son las 10 de la mañana. Andá llevale algo a la trola”. Empieza a sonar la cumbia a todo volumen.

11 del mediodía. Hace un rato Leonardo me trajo mate cocido y unos bizcochos de grasa. No me habló ni nada, se lo notaba medio hecho mierda por la resaca. Me siento hecha una mugre. Intento lavarme un poco pero sin siquiera desodorante mucho no puedo hacer. Además no tengo ropa para cambiarme, el short y la remerita ya dan asco. Intento hacer algo de ejercicio, algunas posturas de yoga, aunque con la cadena en el cuello se me hace imposible.

Siempre tuve curiosidad por saber cómo funcionaba el tráfico de mujeres. De morbosa nomás. Supongo que ahora lo voy a aprender. Lo voy a vivir en carne propia. Ojalá me compre un jeque árabe y me tenga en su harén rodeada de lujos. Pero si estos viejos hijos de puta no me cuidan un poco mejor, nadie va a dar dos mangos por mí. Voy a empezar a tener panza y las piernas y el culo se me van a poner flácidos. No voy a valer nada. Mejor, capaz que entonces me dejan libre por que nadie me va a querer comprar.

2 de la tarde. Vino Marcos y me dejó un sandwich y una botellita de agua mineral. Cuando le dije gracias se atrevió a mirarme un poquito a los ojos. Fueron unos segunditos nomás. Se quedó como dudando. Enseguida se escuchó la voz de la vieja que lo llamaba así que se fue al toque.

7 de la tarde. Hace un rato vinieron los dos viejos. Fue raro. Se pusieron a tomar mate y a hacerme compañía. La vieja estaba amable. No sé si estaba fingiendo o realmente se volvió buena por un rato. Me convidó unos mates y unas pepas. Yo estaba tan necesitada de ver gente y de tener compañía que lo acepté. Me animé a pedirle un desodorante y alguna ropa para cambiarme. Me trajo el desodorante y una remera de ella que me queda como un camisón. Después me sorprendió más todavía. Me dijo: “hoy está lindo, el gordo va a hacer asado a la noche. Le salen fenómenos, vas a ver”. No entiendo por qué tanta amabilidad de repente.

12 de la noche. Me cuesta escribir esto. No sé cuánto más bajo se puede caer. Esta familia de dementes se vinieron a comer el asado a mi habitación. Los dos viejos y el pibe. Trajeron un mesa y sillas de camping pero la pusieron lejos y yo no llegaba con la cadena. Me prepararon un plato con chorizo, morcilla y un pedazo de tira. Lo dejaron en la mesa y me dijeron que me lo alcanzaban solo si yo hacía lo mismo que en el depto: ponerme en bolas y pajearme adelante de ellos. “Total ya todos te vimos, no va a ser nada nuevo”, dijo la vieja hija de puta. Los mandé a la mierda, los putié con toda mi furia y me enrosqué en la cama a llorar dándoles la espalda. Les dije que tiren el asado a la mierda. Mientros ellos comían y tomaban vino.

Cuando terminaron de comer Marcos se llevó los platos sucios. Amalia me dijo: “es tu última oportunidad. ¿Qué hago, me llevo tu comida?”. Ni me moví. “Listo, morite de hambre entonces”. Ahí aflojé. Me levanté y le dije que espere. Me desnudé adelante de ellos y me empecé a tocar, llorando. Los dos viejos se calentaron, empezaron a besarse y a tocarse entre ellos. No quise mirarlos me daban repulsión. Al rato el viejo me acercó la mesa y la silla y se fueron. Me senté a comer sin dejar de llorar. Se escuchaban gemidos y gritos desde la otra habitación. Me pregunto si Marcos estaría ahí viendo el espectáculo.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Estadía en el infierno - Día 1

Viernes 4 de la tarde. Del otro lado de la pared se escucha la voz de Amalia. Habla muy fuerte. Le habla a su hijo. La voz de él apenas se escucha y contesta siempre con sí o con no. Creo que están solos ellos dos.

Necesito bañarme. Siento que soy un asco, especialmente mi pelo. Pero ni siquiera tengo jabón.
Golpeo la pared y le grito a la señora para que me traiga jabón. Escucho que protesta. “Qué se piensa que esto es un hotel. Tomá llevale jabón”.

6 de la tarde. Marcos me trajo un jabón y se fué. Intenté lavarme un poco pero el agua es un asco me deja la piel peor de lo que estaba. Escucho una voz de hombre. Debe ser el marido.

7 de la tarde. Hace un rato entraron Amalia y el marido. “Mirá gordo pidió jabón y se lo traje. ¿Ves que la cuido bien? ¿Qué más querés? ¿Querés tomar algo nena? Andá gordo traele algo para tomar”.
Agarré la cadena de mi cuello y se la mostré a Amalia mientras le preguntaba: “¿Esto es por lo que le hice a su hijo?”
“No tarada. ¿Le sacaste leche a Marquitos? Mejor para él”.
“¿Entonces por qué? ¿Para qué me quieren?”
“Guita, pelotuda. Vales mucha guita. Con vos nos salvamos para toda la cosecha”.
Entró Leonardo con un pan flauta y un vaso de jugo Tang. Me lo dejó en el piso y se fueron.
No pensaba comerlo pero al final aflojé y me lo comí.

12 de la noche. Hace un rato entró Leonardo. Siempre sonriente y tranquilo. Me trajo un plato de guiso y una botellita de agua mineral. También me trajo un farolito de camping para que pueda ver algo. Me senté en la cama. Me dejó las cosas al lado y se sentó él también en la cama. “Comé nena, estás piel y huesos”. Me dio una cuchara y empecé a comer. Mientras él me miraba. De repente alargó el brazo como para darme una palmada en el hombro. Me asusté. Instintivamente agarré la cadena con las dos manos y la estiré, usándola para desviarle la mano. El plato se fue al piso con todo y guiso.
“No nena qué hacés. Sos tonta, tiraste todo el guiso. Ahora la gorda no me va a dejar traerte otro plato. No me tengas miedo que no te voy a hacer nada. La gorda me da permiso para mirarte pero nada más. Después la garcho a ella y todos contentos”.
Se fue. Me quedé llorando y mirando la comida desparramada en el piso. Después de un rato la volví a juntar en el plato y me la comí. Fría y sucia.

lunes, 27 de noviembre de 2017

Estadía en el infierno

Volví. No muy entera ni muy saludable, pero volví. Y muy cambiada. No se puede evitar cambiar después de pasar por algo como lo que yo pasé. Ya no quiero mostrarme, no quiero dar a conocer mi intimidad, no quiero exponerme, ni siquiera quiero salir a la calle. Todavía sufro de un miedo constante. Pero tengo que exteriorizar lo que tengo en la cabeza para que los recuerdos no sigan torturándome, y lo escribo no porque tenga ganas, sino porque me resulta imposible hablarlo.

Perdón si el texto no es claro o tiene incoherencias. No tengo interés en que sea una lectura agradable. Tampoco le voy a agregar fotos ni ilustraciones. No me interesa representar con imágenes estos recuerdos. De hecho, si nadie lo lee realmente no me importa.

La historia empezó el jueves 16 de noviembre. Alguien golpeó la puerta de mi depto diciendo que le habían dejado por error mi factura del gas. Era muy tarde a la noche así que contesté diciendo que la pase por debajo de la puerta. Después me olvidé del tema. Al rato vi que un papel se asomaba por debajo de la puerta. Tiré de él pero algo lo estaba trabando desde afuera. Abrí la puerta para ver qué era. Ese fue mi gran error.

En el pasillo estaba Leonardo, el marido de la acosadora Amalia. Ese nombre todavía me da escalofríos. Me miraba con cara amable, y me dijo algo así como “¿y qué tal estaban esos pepinos?” aludiendo a nuestro encuentro previo en la verdulería. Quise cerrar la puerta, pero él fue rápido y la sostuvo con la mano. Yo hice fuerza para cerrarla, y él hizo más fuerza para abrirla. Hasta que le dio un empujón y la abrió del todo, empujándome a mí también hacia adentro.

Entró al depto. Siempre con esa sonrisa amable, diciéndome que me calmara, que no me iba a hacer nada. Corrí a buscar el teléfono. Él corrió atrás de mí y me aferró el brazo, y me lo apretó hasta que tuve que soltar el teléfono. Hice fuerza para soltar mi brazo y correr hacia la puerta. Por efecto de mi propia fuerza, al soltarme caí al suelo. Él se agachó y me agarró de los tobillos. “No te voy a hacer nada, no te asustes”, me decía muy tranquilo y muy sonriente.

Después de eso los recuerdos se vuelven difusos. Intenté gritar pero alguien me tapó la boca. Había entrado alguien más al departamento (Amalia supongo). Creo que entre los dos me drogaron.

Lo siguiente que recuerdo es despertarme en una cama, sola, en una habitación enorme, fría, vacía y sin ventanas que sería mi prisión por los siguientes días. La única luz entraba por un panel translúcido en el techo. Se oían ruidos fuertes, como golpes rítmicos. Parecían ruidos de una fábrica, y se escuchaban muy fuertes y cercanos. Parecían venir de abajo, por lo que supuse que estaba en el piso de arriba de una fábrica. También se escuchaba música de cumbia, tan fuerte que competía con los ruidos de la fábrica.

Al querer levantarme noté que tenía una cadena alrededor de mi cuello, cerrada con un candado. Mi primer impulso fue quitármela. Intenté con todas mis fuerzas pero fue inútil. Vi que el otro extremo de la cadena estaba atada a un gancho en la pared, y también ahí estaba cerrada con otro candado. Estaba atada como un animal del zoológico. ¿Qué clase de hijo de puta ata así a una persona?, pensé. Después supe que esos hijos de puta eran capaces de mucho más.

Tiré de la cadena para ver si se soltaba de la pared, pero no cedía. Intenté de todas las formas posibles, haciendo fuerza con las piernas, con los brazos, usando mi propio peso, pero todo fue igualmente inútil. En ese momento sentí una tremenda angustia que me llegó hasta el estómago.

Hablando de estómago, lo sentía revuelto. Sentí náuseas y al toque vomité varias veces. Tenía que lavarme la boca. Miré alrededor, en un rincón de la habitación había un inodoro y un lavabo. Por suerte la cadena me permitía llegar hasta ahí. Me lavé la cara y me enjuagué la boca, escupiendo el agua porque tenía un color turbio y un gusto asqueroso.

Recorrí con la vista el resto de la habitación. Había una puerta. Quise llegar hasta ella pero el largo de la cadena no me lo permitía.

Contra una pared había una estantería metálica. En los estantes había biblioratos. Me acerqué a ver qué contenían. Tenían facturas y documentos, viejos, arrugados por la humedad. Había un domicilio, decía algo de carpintería de aluminio en San Miguel. ¿Y qué hago con esto?, pensé. Después les encontré utilidad como papel higiénico y para escribir un diario.

Eso era todo. Sentí mucho frío así que me acosté de nuevo y me envolví con la única sábana que había en la cama. Tenía puesta la misma ropa que la noche anterior: un short y una remerita. Estaba descalza y temblando.

En la pared había un reloj que marcaba las 12.

De pronto pararon los ruidos. Debía ser por el horario de almuerzo en la fábrica. Aprovechando el silencio empecé a gritar pidiendo ayuda. Al rato me entusiasmé cuando escuché que se abría la puerta. Pero el entusiasmo me duró poco. Entró Marcos, acompañado de una mujer que debía ser su madre.

“No te gastes en gritar que nadie te escucha” me dijo la mujer. Marcos estaba serio, callado, mirando al suelo. Yo no reaccionaba, no terminaba de entender la situación. “¿Te gusta tu nuevo hogar? No te hagas problema que no vas a estar mucho tiempo acá. Ahora te traemos algo de comer”.

Se fueron y al rato volvió Marcos con un plato de fideos y una botellita de agua mineral. Me seguía esquivando la vista. “Marcos por favor ayudame, no hagas lo mismo que tus viejos”, le dije. Pero dejó las cosas en el suelo y se fué sin mirarme a los ojos en ningún momento.

Los fideos estaban fríos y sin gusto, pero necesitaba alimento así que me los comí hasta el último, y después me tomé toda el agua. Al rato comenzaron de nuevo los ruidos de la fábrica.

Me quedé un rato sentada en la cama, mirando la habitación, tratando de imaginar qué intenciones tendría esta mujer, por qué me habría dicho que no iba a estar mucho tiempo. ¿Pensarían tenerme a modo de castigo y después dejarme libre? Mirando la estantería me pareció ver un lápiz entre los biblioratos. Me acerqué y descubrí que era una birome. Y milagrosamente funcionaba. Saqué todos los papeles que pude de adentro de los biblioratos y los escondí abajo del colchón junto con la birome, con la intención de usarlos para escribir un diario sin que se entere Amalia. Y ver si de esa forma podia mantener la cordura.

Las próximas cosas que publique acá serán las transcripciones de ese diario. No las voy a corregir ni a editar, las voy a copiar tal como las escribí. Espero que esto me ayude a recuperarme, a poder dormir por las noches sin ayuda de pastillas y a dejar de tener pesadillas en las que siento que me asfixio. Logré librarme de esa delincuente psicópata, pero su tortura me dejó secuelas. Ojalá pronto desaparezcan.

jueves, 16 de noviembre de 2017

Encuentro cercano

Siguiendo las órdenes de la señora Amalia, tuve que repetir varias veces el “show” de masturbación a la hora de la cena. Las últimas veces lo hice sin que me importara demasiado; hacía mi actuación, acababa y a otra cosa. La última vez ni siquiera tuve necesidad de fingir el orgasmo, ya que éste vino solito.

Ahora la señora me dio una nueva orden: dar un paso más en la tarea de provocar a su marido. No sé qué espera lograr con esto, señora, pero le aclaro que esta es la última orden suya que acepto. Después de esto, mi obligación se termina.

En la pantalla de mi teléfono aparecen las instrucciones:


Me visto rápidamente con una calza ajustada y una remera corta (siempre siguiendo las órdenes de la señora) y bajo rápidamente a la verdulería. Una vez allí, me pongo a revisar la batea de los pepinos y agarro un par de grandes ejemplares. Y espero.

sábado, 21 de octubre de 2017

Les presento a las gemelas, Pancha y Jacinta

Las gemelas Pancha y JacintaMuy mal de mi parte que nunca les presenté a las gemelas Pancha y Jacinta. Así que se las presento: Pancha, la derecha (mi derecha) y Jacinta, la izquierda. Ellas son chiquitas y les gusta recibir mucho amor.

Los nombres se los puso un novio que tuve hace mucho, si mal no recuerdo fue el primero al que le permití verlas al natural. El noviazgo duró nada, pero los nombres me gustaron así que me los quedé.

Como decía, ellas son pequeñas. A veces quisiera que fueran más grandes; siento un poco (sólo un poco) de envidia por las mujeres que se las pueden lamer a sí mismas. Me gustaría poder hacerlo, pero me tengo que conformar con buscar a alguien que les pase la lengua por mí.

Sé que la mayoría de los hombres se decepcionan cuando ven lo chiquitas que son. Cuando las suelto delante de algún tipo, trato de observar su reacción, y muy a menudo noto gestos disimulados de decepción. Eso me desmotiva un poco, me hace pensar algo así como que no soy suficiente mujer. Pero trato de compensar esa falencia de otras formas, y enseguida se olvidan del escaso tamaño de mis pechos.

A veces me pregunto si tendrán alguna conexión con los hemisferios cerebrales. Por ejemplo, que si estimulo a Pancha, se estimula el hemisferio de la creatividad (por ejemplo), y si estimulo a Jacinta, se estimula el del razonamiento lógico. Hice algún experimento, pero no noté ninguna diferencia. Lo que sí descubrí es que lo más lindo es estimularlas a las dos al mismo tiempo.

Hay una ventaja en que sean pequeñas: no se van a caer tan fácilmente. A mi edad, muchas mujeres de pechos grandes empiezan a sentir la acción de la gravedad y a tratar como sea de evitar la inevitable caída. Yo no tengo que preocuparme mucho por eso.

Muchas veces me preguntan: ¿por qué no te ponés tetas? A lo cual siempre contesto: ni en pedo. ¿OK? Ni-en-pedo. Este es el cuerpo que me tocó, lo quiero mucho y estoy muy contenta con él, así que así se va a quedar.

Algún día (espero que dentro de no muchos años) servirán para alimentar a algún bebé. Seguramente crecerán un poco, se pondrán más redondas, y cuando ya no den más leche, quizás queden como un par de medias viejas. No importa. Habrán cumplido su propósito.


martes, 19 de septiembre de 2017

El mejor regalo

Una flor en mi balcón
La primavera parece haberse adelantado un par de días para hacerme un regalo de cumpleaños. Me lo dejó en el balcón, y lo encontré hoy apenas abrí la ventana (que llevaba semanas cerrada): la planta que estuvo todo el invierno medio tristona en su maceta, dió unas flores anaranjadas gigantes. Además sus hojas parecen más verdes y derechitas. No sé exactamente qué planta es, pero no importa. Para mí se llama Jacinta.

Lo que sí importa es que está contenta con este hermoso día de sol, después de mucho tiempo de frío, nubes y humedad.

Preparo el mate, saco la reposera al balcón y me dispongo a festejar mi cumpleaños en compañía de Jacinta. Le echo un poco de agua. No parece que le hiciera falta, pero me da nosequé tomar mate yo sola.

“Estás contenta?” Le pregunto. No me contesta. O quizás sí, pero lo hace en idioma planta. Adivino que me dice que sí.

Y adivino que dice más cosas. Me cuenta que la pasó mal durante el invierno. Me siento un poco culpable por haberla dejado a la intemperie, pero cuando me la regaló mi vieja, me dijo que era de exterior.

“Todo bien, no te pongas mal”, me consuela Jacinta (ya empiezo a entender su idioma). “Hacía falta que pasara frío, lluvia, humedad y mal tiempo para que pudiera aprovechar mejor este solazo y sacar estas lindas flores”.

Mmm... Qué interesante esto que dice Jacinta. Me siento identificada con lo que le ocurrió. Yo también la pasé mal, tuve que pasar períodos de “mal tiempo”, y si no los hubiera vivido, hoy no estaría disfrutando mi vida como lo estoy haciendo. Qué genia que es mi planta.

Se ganó otro chorrito de agua.

Qué locura, pasar mi cumpleaños tomando mate al sol en el balcón, charlando con una planta. Quizás es que ya me volví un poco loca. Pero al menos no me siento sola. Seguramente más tarde habrá festejo, torta, gente, más regalos, velitas, etc. (eso espero) Pero este regalo, y esta celebración íntima con Jacinta, no me los voy a olvidar nunca.


domingo, 17 de septiembre de 2017

Señora de las tres décadas

Se acerca ese día del año en que cumplo una vuelta más alrededor del sol. Sí gente, por más que intente evitarlo, el próximo 19 de septiembre llegan los 30. Son unos cuantos años. Pero me siento como si, con este último, el contador hubiera arrancado desde cero otra vez.

En la playa, de noche y en pijamas.
Miro hacia atrás tratando de ver quién era yo hace un año y no me reconozco. La fátima del 2016 era muy distinta a la Fátima actual. La del año pasado hacía planes para tener una familia propia, para formar un hogar, tener hijos, llevarlos a la escuela, ver cómo su marido echa panza…

Aquella Fátima murió y nació una nueva. La versión 2017 no hace planes. Simplemente no piensa en el futuro, por que cree que es una pérdida de tiempo y de energía.

Se podría decir que hoy soy menos madura que hace un año, que involucioné… quizás por que hago locuras, como ir de noche a la playa en pijamas... quien quiera pensar eso es libre de hacerlo. Pero yo no lo siento así.

Siento que aprendí mucho y que cambié para mejor. Lo que me pasó… puede calificarse como bueno o malo, pero no vale la pena. Ni tampoco tiene sentido recordarlo. Lo cierto es que me sirvió para convertirme en quien soy ahora: una mujer (in)madura que está a punto de alcanzar sus treinta.

Ya veré cómo y con quién festejo mi cumpleaños. Como dije, no voy a hacer planes. Pero estoy muy segura que lo voy a pasar bien.


martes, 20 de junio de 2017

¡Pero qué pedazo de ojete, mami!

Culo con calzasEsto es lo que una consigue que le griten por la calle sólo por andar en calzas. ¿Qué esperan lograr con una declaración semejante? A mí me da ganas de retrucarle: "Primero, no soy mami de nadie, y menos la tuya. Y segundo, quisiera que vos me muestres tu pija, así yo también puedo darte mi opinión".

Por eso es que quiero sentir la experiencia de la playa nudista, por que ahí no hay nada que ocultar, cosa que obliga a que haya mutuo respeto entre todos. Uso calzas sólo por que son cómodas y abrigadas; cualidades ideales para estas épocas de frío. Pero los tipos parecen creer que usamos calzas para mostrar el culo por que estamos en celo.

Claro, el que me gritó ese "piropo" aludiendo a mi ojete pasó en auto, bajando la velocidad para lanzar el grito, y acelerando luego para seguir su camino. Un absoluto cobarde. O sea, si me gritás algo (lindo o feo, educado o grosero) por lo menos quedate para ver
mi reacción a lo que me dijiste. Yo estaría encantada en establecer una conversación; pero no, los tipos tiran la piedra y esconden la mano. Maricones.

viernes, 9 de junio de 2017

Playa nudista

No me banco más este clima. Todo el mundo está tosiendo, estornudando, esparciendo virus y gérmenes por todos lados.

Chicas en playa Chihuahua, Punta del EsteTengo que tener la estufa prendida las 24 horas para que el depto no sea una heladera húmeda y poco saludable.

El día no dura nada. Apenas termina de asomar el sol, empiezan a alargarse las sombras y a anunciarse la llegada del anochecer.

Y lo peor de todo: hay que ponerse una pila de abrigos para salir a la calle.

Quiero que vuelva el verano. Quiero sentir el sol en mi piel otra vez. Si tuviera plata me iría al hemisferio norte a escapar del invierno. Me iría sin dudarlo a una playa nudista, donde pueda recibir al sol en todo mi cuerpo y no tener marcas de bikini, siguiendo el ejemplo de mi amiga Mariajo, quien lo practica habitualmente en las playas de Canarias.

domingo, 21 de mayo de 2017

Show para uno

(continúa desde Vecino adolescente)

Sexy, con la remera atada al frente> Mi mama esta durmiendo
> Puedo verte Fatima

Bien, ya me tutea y me llama por mi nombre. Lástima que en el colegio no le hayan enseñado a usar acentos ni signos de puntuación.

< Dale, voy a levantar la cortina

Me tomo un momento para pensar. Antes de levantar la cortina tengo que preparar el ambiente. Si voy a hacer un show, que sea uno bueno. Además este pibe ya me vio desnuda, ahora debería mostrarle algo diferente.

Enciendo el velador y apunto la luz hacia la ventana, como hice el día del pepino. Reviso mi ropero y mis cajones a ver qué me pongo. Ya sé: tanguita blanca con corazones (bien de “teen”), corpiño negro y encima una remera blanca y larga, que me llega hasta la mitad del culo. Sexy y casual.

Ahora sí, me acerco a la ventana y empiezo a levantar la cortina muy despacio, tan despacio como la bajé el día en que lo dejé al pibe con las ganas.

Con la cortina levantada, me quedo parada junto a mi ventana, mirando hacia la del vecino. No lo veo, está en la oscuridad total, pero confío en que esté mirando hacia acá.

Doy una vueltita sobre mí misma, despacio, para que me vea de todos lados. Mientras quedo de espaldas a la ventana, me levanto apenas la remera para que se asomen mis nalgas.

Llega un mensaje al skype. Me acerco a la compu para leerlo.

viernes, 12 de mayo de 2017

Vecino adolescente

Entro a mi depto y veo un papel en el suelo con algo escrito a mano. Dice simplemente: “Skype marcos2002“. No le doy bola; hago un bollo con el papel y lo tiro a la basura. No voy a contactar a un desconocido sólo por que me anote sus datos en un papel y me lo pase por abajo de la puerta.

Foto desde la ventana 1
Al rato empieza a carcomerme la intriga. ¿Por qué a mí? ¿Habrá repartido sus datos por todos los departamentos o sólo en el mío? ¿Será alguna forma nueva de hacer publicidad?

Pasa media hora y no me aguanto. Saco el papel de la basura, agrego a este marcos2002 a mis contactos de Skype y le mando un “¿Quién sos?”.

Cuando llega la respuesta por poco me desmayo. Es una foto mía, en ropa interior, tomada desde afuera de mi ventana. Ningún mensaje, ningún texto. Sólo la foto. Segundos después llegan dos fotos más, todas de mí en ropa interior, y en medio de un acto muy íntimo.

jueves, 27 de abril de 2017

Un pepino y un mirón

Y sí, pintó el frío. El balcón quedará cerrado por lo menos hasta que venga uno de esos veranitos de dos o tres días, que dan para ponerse ropa corta y tomar un rato de sol. Esperemos que llegue uno pronto. Mientras tanto, es menester revisar que ande la estufa antes de que el invierno traiga frío de verdad.

Afiche vintage La ventana indiscreta¡Oh, sorpresa! La estufa no enciende. Le voy a tener que avisar al propietario del depto para que llame a un gasista. Ojalá viniera Fede (el instalador del cable), pero dudo que sepa de estufas o de gas. Será cuestión de esperar a ver qué viene. Por lo pronto, me limitaré a mirar el paisaje del balcón a través del vidrio del ventanal para que no se me enfríe el ambiente.

Es medio aburrido. Más si tengo las luces encendidas adentro, se ve muy poco hacia afuera.

Entro la reposera para usarla adentro. Acabo de salir de la ducha. Estoy en bata y me dispongo a ponerme crema en el cuerpo, así que me tiro en la reposera para pasarme crema por las piernas. Distraídamente miro por el ventanal y veo que desde un depto vecino (un piso más arriba y en el edificio contiguo al de Antonella), un chico está con la ventana abierta, mirando hacia acá con binoculares. Se da cuenta de que lo descubrí, así que cierra la ventana. Pero seguro que no va a dejar de mirar, el muy pervertido. Me río y me sigo poniendo crema en las piernas. De pronto me surge una idea traviesa.

jueves, 6 de abril de 2017

¿Y dónde está la espontaneidad?

Nunca me resultaron atractivas las partusas, las “fiestitas”, la onda swinger, todo eso. Hasta hace poco no sabía por qué. Gracias a un amigo de Facebook, lo descubrí.

Chat invitación tríoLa razón por la que no me gusta todo eso es por que requiere mucha organización. Cero espontaneidad. Y la espontaneidad, la sorpresa, es imprescindible para despertar el deseo. Para mí, por lo menos.

Este chico de Facebook me escribió para invitarme a hacer un trío con él y con una amiga. Destaco una de las frases que me puso (haciendo referencia a su amiga):

Estamos los tres, si querés. ¿Te parece? Tiene una quinta en Liniers, cerca de General Paz, y movilidad.

Yo tenía ganas de preguntarle “y la pelota, ¿quién la lleva?”. Claro, por que el pibe parece que no distingue entre organizar un partidito de fútbol con los amigos a organizar una cita con dos chicas para tener sexo.

Sépanlo chicos: no me van las cosas muy premeditadas, planeadas con anticipación. No me gusta que me cuenten la historia antes de ver la película. Y más si se trata el tema con toda ligereza, como si tener sexo fuera algo así como un entretenimiento deportivo.

Quizás eso les sirve a las promotoras que se enfiestan con deportistas, y además se graban en video, para conseguir 15 minutos de fama, como la chica esa que se filmó en un video con dos automovilistas (si les interesa el video, lo pueden obtener aquí).

jueves, 23 de marzo de 2017

Poema gripal

Mandarina vaginaEl otoño no me tuvo compasión.

No esperó ni un día. El 21 de marzo me atacó con todo: gripe y resfrío. Así que ahora estoy tirada en la cama, rodeada de pañuelos desechables usados y por usar.

Lo bueno de la gripe es que me inspira pensamientos delirantes. Y en este caso me inspiró a dedicarle un poema a algo que estoy mirando en este momento. Adiviná qué es:

Flor que se abre en la penumbra
Despertando impetus carnales
En espera de un cíclope erguido
Que se atreva a surcar sus canales.

miércoles, 22 de marzo de 2017

El profe de yoga (2a parte)

Profe de yoga dando claseLlegó el día de la clase de yoga.

Le pedí a Antonella si me dejaba usar su depto para la clase, por que el mío todavía es medio un desastre (no tanto como cuando recién me mudé, pero desastre al fin). El de ella es más grande, está más ordenado y además, está acondicionado para el ejercicio de su profesión; esto quiere decir que se puede ambientar con luces bajas, música, fragancias, etc. Y tiene una alfombra mullida, así que se puede usar el piso para hacer yoga sin necesidad de colchonetas. Le ofrecí pagarle una tarifa como la que le pagan sus clientes, pero se negó rotundamente. Dijo que le interesaba presenciar la clase, aunque no fuera a hacer los ejercicios.

Otra razón por la que le pedí el depto (tengo que admitirlo) fue que me daba miedo que viniera a mi casa un tipo que conocí por el chat. Antonella, en cambio, está acostumbrada a recibir extraños, y seguramente tiene prevista alguna forma de defend
erse en caso de que le caiga algún loco violento.

Yo me vestí con ropa cómoda, siguiendo los consejos del profe: una calza no demasiado ajustada y un remerón.

Estamos tomando unos mates con mi amiga cuando suena el timbre.

jueves, 16 de marzo de 2017

El profe de yoga (1a parte)

¿Por qué será que los tipos, cuando les gusta mucho una mina, dicen cosas como: “está para partirla en cuatro”, “la hago mierda”, “qué lindo sería acabarle en las tetas”, “le doy hasta que salga olor a pelo quemado”; entre otras bestialidades? Nunca una expresión cariñosa, como por ejemplo: “cómo me gustaría hacerla gozar de placer”, “la desnudaría despacio y me quedaría mirándola un largo rato”, “quisiera pintarle un retrato y después acariciarla con el pincel”. Si escuchara un tipo decirme cosas como esas, no sé si le daría bola, pero me causaría al menos unas cosquillitas internas.

Debe ser por eso que las mujeres se vuelven lesbianas (¿o debería decir “nos volvemos”?). Queremos un poco de dulzura, y los hombres están cada vez más brutos, más primitivos. Realmente se creen que eso nos gusta y nos excita. Ni hablar de los que directamente nos fajan, como mi ex.

La ventana del balcón está cerrada. Y no tengo ganas de abrirla. Ya no me divierto espiando a Antonella mientras está con sus clientes. No tengo ganas de escuchar sus gritos y gemidos. O quizás es que no quiero escucharla gozando con otra persona que no sea yo.

¿Qué me está pasando? ¿Me volví lesbiana así como así?

No creo. Me siguen gustando los hombres. Y en general no me atrae la idea de estar con otra mujer. Excepto con Antonella. Ella es especial en muchos sentidos. Quizás me enamoré de mi vecina y ahora me da celos que ella disfrute con otra gente.

 

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